SOBRE JENNIFER

Nurture combina 25 años de experiencia con microempresas, desarrollo de la fuerza laboral, seguridad financiera, creación de recursos y cuidado infantil. Desde mi primer empleo tras terminar la universidad (con una organización en la India que ayudaba a las mujeres a convertirse en un recurso financiero para sus familias a través de microempresas) hasta el último (trabajando en primera línea en el sistema de cuidado infantil público en San Francisco), he estado trabajando a favor de la autodeterminación económica de la mujer.

Entre esos dos, he abordado ese reto desde muchas perspectivas. En Wider Opportunities for Women, trabajé en El estándar de autosuficiencia, en el que exploré cómo el cuidado infantil encaja en el presupuesto de una familia y qué políticas públicas harían que este fuera más costeable. También exploré el desarrollo de la fuerza laboral en sectores específicos, tanto para abrirles a las mujeres el acceso a empleos bien remunerados como para hacer que empleos de alta demanda pero malos (como los de cuidado infantil) sean mejores.

Tras un periodo en el Senado de los Estados Unidos como asesora en temas de fuerza laboral, asistencia pública, trabajo, y asuntos de la mujer y la niñez, pasé más de una década en Prosperity Now, trabajando en la intersección de la educación, los ingresos, los ahorros, el patrimonio y las protecciones del consumidor.

En Children’s Council of San Francisco, trabajé en el vínculo entre la oferta y la demanda de cuidado infantil. Durante mi tiempo ahí, preparé el terreno para iniciar un programa de capacitación enfocado en el aspecto empresarial de los hogares guardería y recaudé los fondos para esto.

¿Por qué realizo este trabajo? Abogar por, y a favor, de “los más desfavorecidos, los perdidos y los últimos” surge de mi propia experiencia de vida y de valores seculares semejantes a los de Jesús. Me crié en un hogar caótico con padres divorciados, un papá gay, y una hermana con enfermedad mental y narcodependencia sin diagnosticar, lo cual dejó a la niña que yo era entonces deseando ser “normal”. Entre el caos, mi padre, quien era un sacerdote episcopal no practicante, también me inculcó los valores de realmente amar a nuestro prójimo, sin importar las circunstancias. En resumida cuenta, estas experiencias redefinieron qué significa ser normal. No significa ser una familia nuclear blanca, de clase media, heterosexual y libre de trauma; es mucho más complicado que eso.

Yo aporto a este trabajo complicado pero importante mi experiencia como madre, pareja e hija, y la mentalidad de una persona optimista, estratégica y pragmática.